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Mediación familiar como alternativa a la vía judicial

Autor: Marco Martín González


La premisa inicial y más importante para justificar esta necesidad es que una separación matrimonial no debe implicar una separación de padres e hijos, la separación o divorcio de los cónyuges no implica necesariamente que se rompa también la familia, no debemos obligar a los hijos a prescindir de uno de los progenitores sino que muy al contrario hay que fomentar en situaciones de ruptura de pareja la referencia de ambos progenitores en su crecimiento.

No debemos obviar que la separación de los cónyuges produce cambios en todos los ámbitos de influencia de la familia (padre-madre-hijos), que por otro lado es inevitable, pero, ello no tiene que significar que desaparezca la relación de los padres con los hijos e incluso de los padres entre sí con respecto a los intereses de los hijos.

Es ésta, de la separación o el divorcio, una nueva situación a la que se deben enfrentar los padres con el convencimiento fundamental de la necesidad de llegar a acuerdos y que el impacto que reciben los hijos sea el menor posible procurando que se sientan protegidos y seguros, bien cuidados, que se sientan queridos y aceptados, pero sobre todo que se les garantice una posición cómoda respecto a ambos progenitores.

Los procedimientos contenciosos de separación o divorcio se convierten en la mayoría de los casos en batallas en los que los intereses enfrentados ciegan a la mujer y al hombre (debido sobre todo a la carga emocional: agresividad, frustración, resentimiento, etc.), impidiendo salvo raras excepciones que lleguen a acuerdos de separación aceptables para ambos. Los “acuerdos” que se desprenden de las sentencias de estos procedimientos contenciosos apenas tienen garantía de ser cumplidos por cuanto que se imponen a los cónyuges mediante sentencia y salvo raras excepciones ninguno de los cónyuges está conforme con el resultado, pues se les acoge unas pretensiones y otras no, y por supuesto esta situación no es beneficiosa para los hijos.

Por otro lado el proceso contencioso de separación o divorcio de un matrimonio suele ser largo y costoso, tanto desde el punto de vista emocional como económico. Uno de los principales impedimentos para lograr una separación contenciosa que conforme a ambos cónyuges es la carga emocional que posee la pareja que se está separando y que motiva que ambos cónyuges distorsionen la realidad y produzcan sentimientos de venganza.

Así pues la Mediación Familiar representa una alternativa a la vía judicial que posibilita que la resolución de conflictos en las separaciones matrimoniales sea de un modo en el que prevalezca la comunicación constructiva, el diálogo y los intereses frente a las posiciones de las partes en conflicto impidiendo que haya que recurrir necesariamente a los Juzgados para sentar las bases del futuro de los cónyuges y de sus hijos.

Es un procedimiento que hace disminuir considerablemente la litigiosidad y que asegura un alto grado de cumplimiento de los convenios reguladores que se realizan en un procedimiento de separación o divorcio de mutuo acuerdo y un altísimo grado de cumplimiento respecto a las resoluciones judiciales dimanantes de los procesos contenciosos propiamente dichos en las que se fijan las medidas a adoptar por los cónyuges en una sentencia.

La mediación familiar es por tanto necesaria por cuanto que es un procedimiento que prioriza la corresponsabilidad frente a las obligaciones (una vez fijada en sentencia es una obligación no una responsabilidad) respecto de los hijos, es un sistema que respeta la voluntad de las partes en cuanto a la organización de su convivencia y la de sus propios hijos.

La Mediación Familiar procura paliar los efectos negativos de las rupturas matrimoniales, uno de sus objetivos es reconducir la comunicación para lograr acuerdos respecto de los hijos y establecer un "plan de coparentalidad" consensuado.

Este Plan de Coparentalidad pretende ayudar a los progenitores que no viven juntos a desarrollar el mejor entorno de convivencia posible para los hijos, dada la situación de separación. Dicha Coparentalidad parte de la base de que un equilibrio emocional del menor implica la presencia de ambos padres; y que el referente de ambos progenitores es igualmente necesario para su normal desarrollo debiéndose evitar las coacciones emocionales y tributos de dependencia económica que suponen el germen de situaciones de violencia y de un manifiesto perjuicio para los hijos.

Se trata por tanto de un método de ruptura del matrimonio que hace partícipes y responsables a los cónyuges en la solución de sus desacuerdos, y que puedan contar con la ayuda de un experto en resolución de conflictos, esta es la figura del MEDIDADOR FAMILIAR.

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