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Objetivos y papel del mediador familiar

Autor: Marco Martín González


El mediador es un tercero que asiste a las personas en conflicto pero que no tiene la facultad de decidir sobre el mismo, es decir, el mediador no puede adoptar ninguna decisión vinculante, sino que son los propios enfrentados por el conflicto quienes alcanzarán la solución más adecuada. Marta Blanco es Doctora en Derecho, Mediadora Familiar del Punto de Encuentro del Ayuntamiento de Madrid y profesora de Derecho Civil en la Escuela Universitaria de Segovia.

La función del mediador es por tanto, facilitar la comunicación, salvar las situaciones de impás que se producen en cualquier negociación ofreciendo alternativas de solución y, fundamentalmente, ofrecer una visión de futuro de las decisiones adoptadas. Dicho de otro modo el objetivo principal del mediador es guiar a la pareja para que cada uno exponga su situación e intereses de una forma sincera y sin presiones, de modo que organicen su vida futura por separado de acuerdo a sus necesidades y posibilidades reales.

Además el mediador ha de ser neutral e imparcial (estos principios quedan protegidos al no poder ser llamado como testigo o perito en un posible proceso judicial ulterior), siendo, a la vez, importante que el mediador consiga total legitimidad ante la pareja, puesto que es un proceso que requiere de total franqueza y confianza por su parte.

La mediación puede desarrollarse antes, durante o después de un proceso judicial, pero es fundamental garantizar la independencia de ambos procesos, el judicial y el de mediación. Por eso uno de los principios más importantes de la mediación es el compromiso de confidencialidad para evitar la utilización de lo acontecido en las sesiones en un proceso judicial posterior.

Uno de los principales obstáculos a los que el mediador tiene que hacer frente para lograr una separación consensuada es la carga emocional con la que llega el matrimonio. Esta carga emocional es la culpable de que la pareja distorsione la realidad y trate de vengarse o castigar emocionalmente al otro. El mediador debe conseguir para poder pasar a la fase de la negociación que ambos se liberen de su rencor.

En ocasiones la pareja llega con un desequilibrio de poder en la que una parte está subyugada a la otra y no se atreve a expresarse con libertad. Cuando esto ocurre, es imprescindible equiparar las posiciones de poder de ambos. Sólo una vez equilibradas las fuerzas, podemos comenzar a trabajar de forma efectiva.

La tarea del mediador consiste en conocer la trayectoria de la pareja, la naturaleza de su relación, los problemas que les han llevado a la ruptura y demás datos necesarios para elaborar una radiografía detallada y realista de su situación.

Es habitual que ante el deseo de separarse, uno de los cónyuges quiera adoptar un rol que nunca ha ejercido y que será incapaz de mantener para ganarse el cariño de sus hijos. En definitiva, para ganar terreno a la otra parte. La clave está en ser conscientes de las capacidades reales de cada miembro de la pareja: habilidades, horarios de trabajo, disposición, etc. para buscar la mejor fórmula que les permita ser buenos padres.

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