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Efectos del divorcio en los hijos

Autor: Marco Martín González


Hay que tener desde un principio como idea cierta que la separación o divorcio de los padres transforma completamente la vida de los hijos, y esta transformación se traduce en la perdida de la intimidad cotidiana con uno de sus padres, su orden familiar y que se sientan abandonados por uno de ellos.

En definitiva, en los hijos existen sentimientos de pérdida, tristeza y ansiedad, se sienten menos protegidos, menos cuidados y consolados e incluso produciendo efectos a largo plazo originados por los cambios producidos en sus actitudes y en su propia imagen.


1.- Necesidad de una separación o divorcio sin efectos colaterales

Lo deseable sería poder hablar de una separación o divorcio sano desde el punto de vista de los hijos, esto implicaría que a pesar de que en todas las separaciones de los padres se genera un sufrimiento en los hijos, este no es un sentimiento que debiera impedir de por sí que puedan desarrollarse normalmente, pues las fronteras del sistema parental, en este sistema de separación o divorcio sano, se conservan e igualmente se conservan las posiciones de los padres como tales en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones.

Atravesar la transición del divorcio sin consecuencias psicosociales graves para los hijos es posible dependiendo del tipo de arreglos interpersonales que se hayan desarrollado dentro del sistema familiar, es decir, la familia debe mantenerse lo suficientemente ligada como para que los hijos no pierdan el sentimiento de pertenencia, y a la vez, ser lo suficientemente flexible como para acomodarse a los cambios.

El motivo más importante de los trastornos en los niños es el estancamiento en alguna etapa del proceso de separación o divorcio, que no permite construir y afianzar una nueva organización familiar viable, la ausencia de esta nueva organización hace a todos los miembros más vulnerables al estrés y al estancamiento en sus vidas individuales.

La resolución de la crisis de la separación o divorcio en relación a los hijos, está estrechamente ligada a la capacidad de los padres para generar acuerdos, esto es, si los padres logran acuerdos respecto a los hijos desde los primeros momentos de la separación, los hijos logran una mayor competencia social, los acuerdos sobre regímenes de visitas preservan la salud mental de los hijos, siendo más importante la estabilidad en los encuentros con el padre no conviviente que su frecuencia;

La separación es una experiencia muy diferente para los padres y para los hijos, muchas veces lo que es bueno para los padres no lo es también para los hijos.
La diferencia en las situaciones entre padres e hijo estriba en que mientras para los padres la separación o divorcio constituye una nueva oportunidad que les permite reconstruir sus vidas, volver a enamorarse, aprender de errores pasados y crecer psicológicamente, para los hijos constituye la pérdida de su estructura familiar, fundamental para su desarrollo, y deben acomodarse a nuevos modos de organización familiar.

No hay fundamentos para sostener que la mayor felicidad del adulto lo volverá necesariamente más sensible o preocupado por sus hijos. Muchas veces, las circunstancias que enriquecen la vida de un adulto pueden determinar que se encuentre menos disponible para sus hijos.


2.- Reacciones de los hijos frente a la separación o divorcio

Una cuestión lógica cuando estamos ante una situación de separación o divorcio es que los hijos del matrimonio experimenten una serie de reacciones, lógicamente adversas, ante tal situación, sin ánimo de realizar una enumeración taxativa de estas reacciones pasamos a enumerar las más comunes:

- Podemos decir que en “todos” los casos la primera reacción de los hijos frente a la separación o divorcio es el temor, una profunda sensación de pérdida y tristeza, extrañamiento del padre que se ha ido, temor de no volver a verlo y preocupación por el bienestar de sus padres.
- Sentimiento absoluto de soledad por cuanto que los padres están muy preocupados, deprimidos y desorientados por la situación en la que se encuentran, y es poca la disposición que en los primeros momentos tienen para sus hijos.
- Los hijos se sienten rechazados. Cuando un padre abandona al otro, los niños lo interpretan como si los abandonaran a ellos.
- Sentimiento de impotencia frente a su incapacidad para influir en el acontecimiento que se está viviendo. Los sentimientos de culpa frente al divorcio pueden constituir una defensa frente a la impotencia. Es preferible sentirse culpable, que implicaría alguna posibilidad de control sobre la situación, que impotente, que generaría sensaciones de total desamparo.
- Conflictos de lealtades, la separación de sus padres es vivido como una riña entre dos bandos y los hijos sienten que deben tomar partido.
- Sensación persistente de que la pérdida de la familia no es definitiva y los niños suponen que puede ser remediable, un simple saludo puede ser interpretado como un signo de acercamiento entre sus padres.
- Temor, mas que los hijos de familias intactas, al fracaso matrimonial. En su transición a la madurez se renuevan los sentimientos y recuerdos vinculados al divorcio.

Estas reacciones adversas por parte de los hijos se ven paliadas en mayor medida cuando existe el apoyo de la red familiar por cuanto que es de suma importancia en estos momentos. Esta red familiar es importantísima y extremadamente eficaz cuando:
- Acepta la separación de los padres
- No toma partido por ninguna de las partes
- Brinda ayuda emocional y financiera,
- Sostiene al padre custodio en sus funciones parentales
- Se preocupa sobre todo por los niños.

El papel de los abuelos puede ser fundamental, no sólo en los primeros momentos, sino a lo largo de todo el proceso. También las relaciones fraternas pueden ser muy importantes. Los hermanos se procuran contención y apoyo mutuamente.

Por otro lado, es importante destacar la influencia de género ante situaciones como son la separación o divorcio. Se observan diferencias en cuanto a que:
Los hijos varones parecen tener mayores dificultades para atravesar la crisis, tanto en intensidad de sentimientos como en su duración, es más frecuente que presenten más problemas escolares y mayor irritabilidad.

Las niñas se sienten igualmente perturbadas, pero demuestran sus sentimientos con menos violencia, retrayéndose, volviéndose más ansiosas o comportándose excesivamente bien.

Las niñas muestran una mejor adaptación en la etapa inmediatamente posterior al divorcio. Mantienen un mejor desenvolvimiento social, escolar y emocional.


3.- Formación de una nueva familia por parte de uno de los padres

Es una nueva situación que genera a los hijos sentimientos de doble pertenencia por cuanto que:
- Los hijos del primer matrimonio no se sienten miembros plenos de esta nueva familia.
- Suelen sentirse inseguros en cuanto a si realmente tienen un lugar en esa nueva familia formada.
- Sienten que carecen de un papel determinado en la nueva familia formada por uno de los padres.
- Sienten una pérdida de intimidad con el padre que se ha vuelto a casar.
Todo esto les genera confusión, celos y nuevas angustias, que pueden traducirse en conductas conflictivas, agresivas o de retraimiento.


4.- Diferencias en cuanto a la edad de los hijos

Atendiendo a la edad de los hijos al momento de la separación o divorcio pueden distinguirse tres categorías siguiendo un criterio evolutivo: pre-escolares, escolares y adolescentes.

A.- Pre-escolares

- La total dependencia física y psíquica de sus padres, hace más fuerte el temor al abandono.
- Las limitaciones de su capacidad de comprensión imprimen características particulares a su experiencia ya que su razonamiento lógico depende de su experiencia, y sus nociones de tiempo, distancia y relación causa-efecto no están aún plenamente desarrolladas (pueden pensar que si un padre ha desaparecido el otro también puede desaparecer fácilmente).
- Dada su dependencia y su comprensión limitada de los acontecimientos pueden reaccionar mal ante la separación o divorcio.
- Es posible que presenten las siguientes conductas:
a.- 0 a 12 meses: caprichos, irritabilidad, tristeza o insensibilidad, que constituyen respuestas al estrés y la depresión maternas.
b.- 1 a 2 años: llanto exacerbado, dificultades para estar lejos de la madre aunque sea por un momento, porque la necesitan cerca para sentirse seguros, uso de sustitutos maternos (pj: muñecos de peluche), dificultades para irse a dormir o permanecer dormidos.
c.- 3 a 5 años: reincidencia en viejos hábitos (pj: chupete), posesividad y orden excesivo, comportamiento excesivamente bueno, excesiva agresividad.

B.- Escolares

a.- 6 a 8 años: dificultades para adaptarse a los cambios que implica el divorcio:
- Dificultad para concentrarse en el colegio, agreden a sus padres o se aislan.
- Prevalecen en ellos las sensaciones de pérdida, rechazo y culpa, y es la edad en la que se observa con mayor frecuencia e intensidad conflictos de lealtades respecto a sus padres.
- Les preocupa mucho perder al padre no conviviente y ser reemplazados.
- Aprovechan la competencia de los padres por su afecto y lealtad, e instrumentan conductas manipulativas.
- Pueden mostrar una excesiva responsabilidad.

b.- 9 a 12 años: dependencia de los padres para su estabilidad. Les importa mucho la imagen social de su familia y de sus padres.
- Temen que el escenario de sus vidas se derrumbe y se destruyan sus planes presentes y futuros, y esta ansiedad se refleja en su comportamiento:
- Suelen enfrentarse con sus padres, y aliarse con uno de ellos para atacar al otro.
- Su propia inseguridad y su pensamiento maniqueo, los hacen proclives a las alianzas propuestas por sus padres.
- También se preocupan por sus padres, y se empeñan en ayudarlos, y realmente pueden brindar cariño, compañía y cuidados.

C.- Adolescencia

Es frecuente que los adultos esperen de los adolescentes una adaptación sin problemas a la separación o divorcio, porque son mayores y pueden comprender, aunque la realidad es que la disolución del hogar es especialmente perturbadora para ellos porque necesitan que su estructura familiar los ayude a contener sus propios impulsos agresivos y sexuales. Estas situaciones producen una serie de efectos:
- Se sienten muy ansiosos frente a la vulnerabilidad de sus padres y les preocupa su futuro. Les perturba ver que sus padres son personas con impulsos y problemas sexuales, cuando ellos están tratando de enfrentarse con su propia sexualidad.
- Tienen la sensación de que la brecha generacional se ha violado, se enojan con sus padres y se sienten abandonados.
- El proceso de separación puede verse obstaculizado por un bloqueo del desarrollo de la autonomía, quedándose en el hogar, ocupando el lugar de enfermos, de niños o de compañeros del padre conviviente.
- Abandono precipitado del hogar familiar, que generalmente se produce cuando son adolescentes que viven sin control parental. Los padres están demasiado preocupados y deprimidos, y disminuyen la parentalidad o ejercen una seudo-parentalidad.
- Para los adolescentes varones la relación con el padre es de suma importancia para lograr la separación.

Existen dos factores identificados, que pueden proteger el desarrollo de los adolescentes:
- Una visión realista y equilibrada de ambos padres, para que puedan tomar de cada uno lo que necesitan para su desarrollo, sin rechazar a ninguno.
- El compromiso de ambos padres respecto a ellos, su amor y su respeto por su individualidad y su independencia.


5.- Conductas recomendables para padres separados o divorciados

Todos estos aspectos anteriormente relacionados pueden facilitarse si los padres adoptan una actitud adecuada en el momento de la crisis y después de ella. Las siguientes constituyen algunas pautas a seguir:
- Preparar a los hijos, cuando la separación es inminente, para lo que vendrá. Ser cuidadosos con lo que les dicen y cómo se lo dicen pues será recordado por mucho tiempo. El sufrimiento en los hijos es inevitable, pues se desestructura el núcleo familiar, pero hay muchos modos de mitigar ese sufrimiento.
- Comunicación conjunta de los padres la decisión de la separación o divorcio. De este modo, se transmite una decisión conjunta, madura y racional.
- Comunicárselo a todos los hijos al mismo tiempo. Si hay diferencias de edades muy marcadas, en un segundo momento se puede hablar por separado con cada uno, adecuando las explicaciones a cada edad.
- Comunicárselo a los hijos cuando la decisión de la separación o divorcio está firmemente tomada, y con anticipación al día en que el padre que se vaya del hogar.
- Explicar claramente la situación que se avecina, las consecuencias de la separación o divorcio. En el caso de los adolescentes, conviene explicarles el proceso legal y las decisiones que es necesario tomar.
- Explicar las razones del divorcio, sin entrar en detalles como infidelidades o problemas sexuales.
- Explicarles que ellos no son responsables de la separación y que no está en sus manos recomponer el matrimonio.
- Decirles que saben que van a sufrir y que lamentan causarles ese sufrimiento.
- Decirles que es una crisis a afrontar por toda la familia.
- Dejarlos participar opinando sobre las decisiones a tomar, aunque no sean ellos los que deciden.
- Decirles que todos deberán esforzarse para mantener la importante relación entre padres e hijos.
- Decirles que el divorcio es un problema entre adultos y que no afecta en cuanto a la relación entre padres e hijos.
Los hijos deben reconocer la realidad de la separación y aceptarla, para poder continuar creciendo familiar e individualmente.


6.- Participación de los hijos en la mediación familiar

La posibilidad de que un tercero interceda la solución de un conflicto adquiere un cariz particular cuando se trata de una disputa cuando hay niños involucrados.

Hablar de los objetivos de la mediación familiar supone hablar directamente de cosas que afectan a los niños de forma directa o indirecta. En ciertos temas no se recomienda su participación directa, sin embargo, en otros cuidadosamente manejados por un mediador experto su aporte puede ser crucial.

Los objetivos de la mediación apuntan a todos los aspectos referidos a la reorganización familiar, incidiendo de un modo especial en que la separación de la pareja no puede afectar al vínculo existente entre padres de sus hijos. El proceso de separación consiste en la disociación de la conyugalidad y la parentalidad que antes estaban fusionadas.

Una cuestión importante con respecto al tema trat5ado en este capítulo en decidir sobre la necesidad o no de la presencia de los menores en el proceso.
Los diversos autores más representativos en esta institución entienden:

- John Haynes, sostuvo que la decisión de traerlos o no a la mediación se tomaría al final del proceso luego de logrados los acuerdos. Cuando son citados al final del proceso, se les informan los acuerdos y el mediador les explica las consecuencias del divorcio con especial énfasis en su inexistente responsabilidad en lo sucedido, y en que los padres los quieren y seguirán siendo sus padres por siempre y que no tienen que elegir entre ellos, finalmente preguntándoles su opinión sobre los acuerdos. Obviamente ésta reunión sólo se realiza si los padres están de antemano dispuestos a modificar sus acuerdos, en cuyo caso los hijos salen transitoriamente de la sala mientras los padres deciden qué hacer .

- Folberg y Taylor proponen la participación de los hijos solicitando su opinión poco antes de la decisión final otorgándoles de esta manera un sentido de participación y donde también se les informa sobre las características de la separación. El mediador debe evaluar si este encuentro se realiza en el hogar sólo con la familia o en el centro de mediación.

- Marinés Suares es clara al afirmar que ha entrevistado a los niños desde el principio de su trabajo, y que nunca ha dudado de los beneficios que esto aporta al proceso, entiende que la participación de los hijos es esencial a cualquier edad, adaptándose a su nivel de desarrollo y aclarándoles que ellos no deben tomar decisiones, ni ser testigos, ni acusar a nadie.

Las razones para la inclusión de los hijos en la mediación son fundamentalmente motivos psicológicos como la generación de un clima de confianza en que puedan, padres e hijos, expresar su punto de vista respecto a la reorganización familiar y que esto les permita actuar en consonancia. Las entrevistas con toda la familia ayudan a construir y verificar hipótesis a partir de la observación directa de las interacciones.

Respecto de la forma los cita en forma individual o familiar conjunta, adecuando lugar, materiales, y duración al nivel de madurez de los participantes. También pone énfasis en la necesidad de entrenamiento del mediador en este tipo de procedimientos. Finalmente recomienda utilizar para la devolución de la información la intervención “historia alternativa”, es decir, una construcción que resulta de las diversas narrativas de los diversos individuos o grupos entrevistados.

- Carolina Gianella, mediadora argentina del equipo de Marinés Suares Mediando, entiende que es necesario que participen opinando sobre las decisiones a tomar pero sin tener la responsabilidad de decidir, de no ser así los hijos pueden sentir que su opinión no cuenta y sentirse impotentes ante la incapacidad de influir en un hecho tan trascendente en sus vidas.

- Marcos Lemer, mediador español, en general plantea que el niño sea oído en la etapa interdisciplinaria prejudicial, pero esta información es entregada al juez de familia de tal manera que le sirva de guía para el proceso.

- Wallerstein y Kelly, sostienen que los padres pueden escoger citar a los hijos en las etapas de búsqueda de opciones o toma de decisiones siempre que la realidad de la familia lo permita. Los niños y adolescentes deben además entender y aceptar en definitiva cual será la nueva organización familiar lo que resulta menos dificultoso cuando han participado ella.

- Lia Mastropaolo, representante de la Escuela Genovesa de Mediación Familiar, en su metodología de trabajo prioriza la cuestión de “cómo es mejor organizar la vida de un hijo que tiene los padres separados, metiéndose en su piel”. A menos que haya una fuerte y clara oposición de los padres siempre los invita a la primera entrevista aunque no los haga participar en ella.

Esto con la finalidad de liberar a los hijos que están muy implicados en la separación de sus padres, evaluar la resonancia que tiene la separación sobre ellos y sobre sus progenitores, conocer el contexto familiar de la separación, para informarlos sobre el proceso.

No los invita a la segunda sesión como una forma de evitar que se transforme en un tercero en discordia redefiniendo así su participación y la de los padres en el proceso. El cambio de perspectiva es, sin duda, sumamente trascendente en relación a los casos antes mencionados, sin embargo, siguen siendo los adultos los que tienen la última palabra.

- Osvaldo Ortemberg, mediador argentino, considera indispensable un trabajo con visos terapéuticos según el cuál debido al frecuente apego con la madre y rechazo hacia el padre que manifiestan los hijos en esta situación, realiza un trabajo previo sólo con el padre y los hijos, y sólo después de resuelta esta represión, trabaja con la familia completa.

- María José Amestoy, mediadora española, diferencia 2 tipos de intervención: mediación matrimonial, con la pareja, y mediación familiar cuando participan niños, a los que llama menores, ya que requieren un abordaje distinto y e incluso cambios en el equipo mediador.

Esta diferenciación estaría dada por fines operativos y no en función de la primera demanda que hace la familia.

Participan un psicólogo mediador en paralelo con uno clínico que realiza el apoyo terapéutico, trabajando con miembros individuales que lo requieran y con toda la familia, un trabajador social hace el seguimiento y muy eventualmente participan abogados.

- Dorothy Huntington, considerando las necesidades de desarrollo de los niños y adolescentes sostiene que de acuerdo a sus características personales y a su nivel de madurez, deben participar en los encuentros y formar parte de las decisiones tomadas sobre su propio futuro y necesitan saber además que éstas pueden cambiar.

En mi opinión, entiendo que la participación de los hijos tendría una serie de ventajas y desventajas.
- Sería por un lado ventajosa porque posibilita al hijo que de su opinión sobre puntos que le afectan, muestra su percepción de la situación y viceversa que permiten a los padres concretar las auténticas necesidades del hijo.
- De otro lado que podría ser gravosa en el sentido que se puede involucrar a los hijos en el conflicto más de lo que están, pretender que tomen partido, que hablen exponiendo argumentos que escuchan en el entorno familiar expresándolos como propios, que a un progenitor no le guste lo que digan y abandone la mediación, o se sienta no querido o descalificado por el hijo.

Así pues, entiendo que para tomar la decisión sobre la conveniencia o no de traer a los hijos a la mediación habría que tener claros una serie de aspectos.

- En un primer momento realizar un estudio de la situación, es decir, capacidad y experiencia del propio mediador en entrevistar a niños, acuerdo expreso de ambos padres y decisión sobre la presencia de estos, madurez del niño, lugar de encuentro, entre otras,
- Que la decisión, una vez abordado lo anterior, debe ser tomada de forma extremadamente prudente por ambos padres y el mediador.
- Tener presente en todo momento que la finalidad de traer a los menores y adolescentes a la mediación es la de escucharlos.

6.1.- Efectos de la participación de los hijos en la mediación familiar
Basaré esta parte del tema a tratar en un estudio elaborado por la mediadora australiana, Jennifer McIntoch, sobre los efectos de la inclusión de los hijos en mediación en separación conyugal, evaluando aspectos cuantitativos y cualitativos.

En dicho estudio participaron 13 familias con niños que habían completado el proceso de mediación en 4 etapas:

1° Trabajo con los padres: focalizado en las necesidades de los hijos y la posible influencia de sus decisiones en ellos.
2° Entrevista con los hijos: realizada por un mediador entrenado en el trabajo con niños distinto al que conducía la mediación y supervisado por un psicólogo clínico infantil.
3° Devolución de la información: El mismo mediador, que trabajó con los hijos, informó a los padres y al otro mediador sobre las necesidades detectadas, la eventual influencia de las decisiones en los hijos, y otros asuntos de interés que aparecieran en la entrevista como dudas de los hijos u otros tipos de apoyo que éstos requirieran.
4° Continuación de la mediación: teniendo en cuenta la información antes señalada.

Además se formó un grupo control con características similares y con la única diferencia de que no se realizarían entrevistas a los hijos.
Se realizó un seguimiento en los hogares 8 a 10 semanas posteriores a la etapa 3°, realizando entrevistas individuales a cada miembro de la familia y a los hijos también por grupos de hermanos. En un plazo similar se realizó también seguimiento del grupo control.

Los resultados más importantes fueron los siguientes:

- El 88,2% de los niños entrevistados, 15 de 17, de entre 5 y 16 años, valoraron como un gran beneficio el hablar con el entrevistador de sus ideas, dudas y preocupaciones, sin la presencia de los padres.
- El 91% de los padres del grupo de estudio expresaron haber sentido, antes de la mediación, temor a cómo afectaría la separación a sus hijos, similar situación se presentó en los padres del grupo control. La mayoría valoró como positiva la participación de los hijos tanto para éstos como para ellos mismos, en cuanto a la capacidad de compartir emocionalmente, saber qué pensaban, aclarar y encontrar las mejores soluciones. Además, los padres reconocieron que sus propios conflictos les habían impedido hablar con los hijos. Algunos comentaron que se habían sentido ansiosos o culposos por lo que podrían decir los hijos, sólo en un caso una madre comentó que el proceso le había traído dificultades.
- Los padres del grupo de estudio manifestaron además que habían ganado con la participación de sus hijos en comunicación y capacidad de resolución de problemas. La mayoría de los padres del grupo control informó que no pensaban que los hijos ganaran algo debido a que sus padres asistieran a mediación.
- Muchos padres comentaron que había sido muy aportador para los hijos el hablar junto a sus hermanos.
- Muchos comentaron que había sido muy positivo, a pesar de asistir por otras razones, rever el tema de los hijos ya que pudieron solucionar situaciones que consideraban ya resueltas con ellos. Además que el estar más juntos como padres les había ayudado a resolver problemas no tan directamente relacionados con los hijos.
- Los mediadores pensaron que en casos de mucho conflicto los padres no atenderían a la devolución de las entrevistas con los hijos, pero muy por el contrario se mostraron especialmente atentos.
Según el presente estudio, habrían trascendentales elementos para pensar que la participación de los hijos en mediación familiar en separación conyugal aportaría importantes beneficios a todos los miembros de la familia involucrados en la disputa.

6.2.- Conclusión
Estudiados los efectos y las reacciones de los hijos inmersos en un proceso de separación o divorcio entiendo que en ningún momento hay que perder de vista a los hijos en el proceso de mediación, confirmado por el estudio de Jennifer McIntoch. Además, la inclusión de los hijos en la mediación familiar está en consonancia con el principio lógico como es la participación de todas las personas involucradas en la disputa.

Como he reseñado mas arriba se aprecia la existencia de una gran diversidad de enfoques por los distintos mediadores respecto a como llevar a cabo la participación de los hijos en estos procesos, pero, aunque no hay consenso en la forma, todos los mediadores investigados coinciden en la innegable trascendencia de la presencia de los mismos, en uno u otro momento, en el proceso.

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